domingo, 25 de diciembre de 2011

¡Uffff! Lo difícil ya está pasado

Son las 17:30 del día de Navidad, y si para tí también es esa hora, quiere decir que has conseguido escaquearte de la terrible sobremesa navideña, esa donde el mantel blanco de hilo del ajuar de la abuela está lleno de manchurrones multicolor, capuchones de botellas de vino, papelitos de polvorones, platos con restos y babas de tu tío Rogelio que está recostado en aquella esquina. Tu resaca de ayer es histórica (¿y qué año no lo ha sido?), te pitan los oídos porque todo el mundo grita al hablar y dice tener la razón y solamente quieres huir a sacar al perro o tumbarte en cualquier superficie blandita para contemplar las amebas de colores que hay dentro de tus párpados y sentir una sensación parecida a ir en barco (por la oscilación que parece sentir tu alcoholizado cuerpo). Y eso que solamente llevas 36 horas de pedo contínuo.

Hacía ya rato que habías desconectado, tu cerebro imaginaba un mono tocando los platillos que acallaba con su cacharrería las historias de cuando eras pequeñito, que te producen vergüenza y gracia a la vez. Y aprovechas una bajada en los decibelios de las tres conversaciones paralelas, esa en la que los borrachos de la familia aprovechan para sorber con fruición los licores que hay en sus copas. Dices tener que ir al baño, probablemente a vaciar la vejiga, pero quizá es porque la lucha entre los langostinos, el pavo y el salmón, nadando en un mar de cava, vino, anís, baileys y trazas de turrón, te está destrozando el estómago y los intestinos a base de bien. Buscas un bote de sales de fruta entre los estantes bombardeados de la despensa, pero solamente encuentras el Nesquik y siete latas de berberechos.

Tienes suerte si nadie de tu familia ha decidido sacar trapos sucios, los mismos de cada año, que solamente afloran en un día como hoy, empujados por la ingesta masiva de diversas bebidas que instalan un recio tablón en tu cabeza. Pero recuerda que la Navidad es amor, familia y cosas moñas de estas.

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